El sexto día lo cerramos durmiendo bajo las estrellas en el desierto de Wadi Rum, pero la aventura aún no terminaba. En nuestro séptimo día tocaba cambiar la arena roja por aguas turquesas: rumbo a Aqaba y al Mar Rojo, un destino que combina playas, arrecifes de coral y una vida marina que sorprende incluso a los más experimentados viajeros.
Despedida mágica de Wadi Rum y llegada a Aqaba
El amanecer en el campamento beduino fue un suspiro mágico: una última mirada al mirador “marciano” nos recordó que estábamos viviendo algo extraordinario. Desayunamos en el hotel mientras la luz dorada iluminaba las cúpulas y aprovechamos para dar un paseo tranquilo por sus instalaciones, inmortalizando las últimas fotos del desierto. Solo entonces arrancamos hacia Aqaba.
Durante el trayecto, hubo un instante en el que el desierto rojo pareció rendirse ante un azul infinito: la carretera se fundía con el horizonte y, en segundos, ese azul cristalino del Golfo de Aqaba nos hizo saber que el viaje aún no había terminado. Había coral.
Llegada al Luxotel y primeras sensaciones
El Luxotel Aqaba Beach Resort & Spa nos recibió como un oasis: moderno, elegante y con la promesa de comodidad tras jornadas intensas. Lo que inmediatamente nos cautivó fue la playa privada con arrecife integrado, donde podías lanzarte al agua desde la orilla y comenzar a nadar sobre corales coloridos y peces tropicales a solo unos metros de ti .
Las habitaciones, amplias y luminosas, con camas mullidas, minibar y vistas al mar, eran un refugio para descansar. El buffet del desayuno y la cena nos ofrecieron cocina local y continental con opciones vegetarianas y halal, servida en el restaurante del hotel —un broche gastronómico delicioso que redondeó el día .
Atardecer en el centro de Aqaba: un paseo con encanto
Tras instalarnos y comer en el restaurante del hotel, decidimos darnos un bañito en la piscina y en la playa para después ir a descubrir el pulso de la ciudad al atardecer.
Desde el Luxotel Aqaba Beach Resort & Spa no se puede llegar caminando al centro de Aqaba, así que cogimos el coche y en unos 15 minutos estábamos ya junto al paseo marítimo. Aparcamos sin problema cerca del Aqaba Fort, donde hay varias zonas habilitadas de aparcamiento público gratuito.
Desde allí, comenzamos la ruta a pie por los puntos más destacados, disfrutando de cómo el mar se transformaba en un espejismo dorado mientras el cielo se teñía de tonos rosados y violetas. Fue un momento perfecto para sentir que Aqaba no es solo playa: es también una ciudad con historia, vida y un encanto urbano que invita a recorrerla sin prisas.
Qué ver en Aqaba
Aunque muchos viajeros llegan atraídos únicamente por el Mar Rojo, Aqaba ofrece también rincones históricos que merecen la pena:
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Fuerte de Aqaba (Castillo de los Mamelucos)
Construido en el siglo XVI y restaurado varias veces, fue un enclave estratégico en la historia de la ciudad. Hoy puedes recorrer su interior y murallas.
⏰ Horario: 8:00 – 16:00 h
💰 Entrada: gratuita (incluida con el Jordan Pass). -
Ruinas de Ayla Islámica
Restos arqueológicos de la primera ciudad islámica fundada en el siglo VII. Un paseo entre columnas y arcos que recuerdan la importancia comercial de Aqaba en la antigüedad.
⏰ Horario: abierto todo el día
💰 Entrada: gratuita. -
Mezquita de Sharif Hussein bin Ali
Una de las más bellas de Jordania, con fachada blanca, arcos elegantes y una gran cúpula. Es especialmente fotogénica al atardecer.
⏰ Horario: 24 h, aunque se recomienda visitarla fuera de los momentos de oración.
💰 Entrada: gratuita.
Con esta pequeña ruta urbana comprobamos que Aqaba no solo es un paraíso marino, sino también un lugar donde la historia y la vida local se entrelazan con la calma de un paseo junto al mar.
Atardecer desde la playa del hotel y cena en el Luxotel
Al terminar nuestro paseo por Aqaba, regresamos al Luxotel Aqaba Beach Resort & Spa para disfrutar del final del día frente al mar. Nos sentamos en la playa privada del hotel, viendo cómo el sol se escondía lentamente tras las montañas que se recortaban al fondo del Golfo de Aqaba. El agua se tornaba dorada y, poco a poco, los últimos rayos del día se reflejaban en la superficie tranquila del Mar Rojo, creando un espectáculo natural que parecía pintado a mano.
Después de un rato de calma absoluta, llegó la hora de cenar en el restaurante del hotel. La cena buffet nos sorprendió con una combinación perfecta de platos locales —como cordero con especias, hummus y ensaladas frescas— y opciones internacionales que completaban la experiencia. Todo ello acompañado de un ambiente relajado, con el sonido del mar de fondo y la brisa cálida acariciando la terraza.
Fue el cierre perfecto para un día de transición: dejamos atrás la inmensidad del desierto y descubrimos una Aqaba vibrante y llena de historia, antes de entregarnos al relax de un resort frente al Mar Rojo. Una pausa necesaria para recargar energías y prepararnos para lo que nos esperaba al día siguiente: sumergirnos en las aguas del Mar Rojo para explorar sus arrecifes y pecios.
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