El ascenso al Preikestolen, también conocido como «El Púlpito», es una de las experiencias más impresionantes de Noruega. Este icónico mirador se encuentra a 604 metros sobre el Lysefjord y ofrece vistas espectaculares que quitan el aliento. Es uno de los destinos más populares del país, conocido por su formación geológica única y su asombrosa belleza natural. La caminata hasta la cima es una aventura accesible para la mayoría de los senderistas, pero no deja de ser un desafío que recompensa con panorámicas inolvidables. Sin duda, el ascenso al Preikestolen es una parada obligatoria en cualquier viaje por los fiordos noruegos.
Comprar los tickets para el ascenso Preikestolen
El ascenso al Preikestolen es gratuito, pero para llegar al punto de inicio necesitarás varios medios de transporte. Puedes ir por tu cuenta, pero nosotros recomendamos contratar una excursión que combine bus y ferry. En nuestro caso, compramos los tickets del transporte a través de una web por 350 NOK, pero con la condición de que si el día estaba nublado, no subiríamos, ya que no se vería nada desde arriba. Optamos por comprar los tickets esa misma mañana, ya que preguntamos en el hotel y el precio era prácticamente el mismo. El día amaneció despejado y nos pusimos en marcha hacia el ascenso al Preikestolen.
Subida al Púlpito
A las 07:00, con el estómago lleno y bien preparados (mallas, sudadera, cortavientos, zapatillas, bastones, mochila, móvil, cargador, palo selfie, GoPro, agua y provisiones), nos dirigimos al puerto de Fiskepiren. Allí tomamos el ferry de Stavanger a Tau, el primero a las 08:00. Queríamos llegar temprano para aprovechar las horas de luz en el ascenso al Preikestolen. El trayecto en ferry dura 30 minutos, y al llegar a Tau, tomamos el autobús correcto hasta la base del Preikestolen. ¡Cuidado, hay varios autobuses! Asegúrate de subir al que corresponde con tu reserva.
A las 09:00 comenzamos el ascenso al Preikestolen. No tiene pérdida, solo seguimos a la multitud, todos vamos al mismo lugar. La subida durará entre 2 y 2,5 horas, dependiendo de nuestra forma física, y la bajada será de unas 2 horas. No vamos a mentir, la subida fue dura, aunque no insoportable. Pero al llegar arriba, te das cuenta de que el esfuerzo valió la pena. Las vistas son impresionantes y hacen que cada paso haya merecido la pena.
Los primeros 500 metros dejan claro que el ascenso al Preikestolen será duro. La rampa inicial es empinada y no ofrece descanso. Tras esos primeros metros, llegas a un tramo plano, que parece un respiro antes del verdadero desafío: el terreno rocoso lleno de grandes piedras que debes sortear, casi trepando. Sin embargo, por el camino nos encontramos con gente de todas las edades: niños, jubilados y familias con bebés a cuestas. Esto nos recuerda que cada uno debe tomárselo a su propio ritmo. Hicimos varias paradas para disfrutar del paisaje espectacular. Al cabo de hora y media, la ansiedad por llegar comienza a apoderarse de ti. Te sientes cerca, pero aún falta. En momentos, parece que estamos en una película, caminando en masa hacia un destino común.
Y finalmente, lo ves: has llegado. La belleza del Lysefjord es indescriptible, algo que nunca habíamos visto antes, casi parecía de otro mundo. Ahí está, imponente, a 604 metros sobre el mar: el Púlpito. Todos se acercan al borde, ansiosos por capturar su selfie perfecto. Si miras hacia arriba, puedes ver que la montaña continúa, invitándote a subir un poco más. Desde allí, disfrutarás de una nueva perspectiva tanto del fiordo como del propio Púlpito. ¡Y allá vamos!
Sin duda, una de las vistas más impresionantes que hemos experimentado. El sol brilla en lo alto, y la temperatura es perfecta. Sentados al borde, comemos algo y nos dejamos envolver por la calma del lugar. El silencio solo se interrumpe por el suave viento que acaricia el rostro. Cada segundo allí es un regalo. Sabemos que este momento es único, por lo que intentamos guardar cada detalle, cada sensación, en nuestra memoria, sabiendo que quizás no habrá otra oportunidad para vivir algo así.
El descenso del Preikestolen
A las 14:00 horas comenzamos la bajada para tomar el autobús de regreso a TAU a las 16:30 horas. Aunque pensábamos que sería más fácil, la bajada requería algo más de atención, ya que había que tener cuidado al pisar las rocas para evitar resbalones o lesiones (de ahí la importancia de viajar siempre con un buen seguro de viajes). Con paciencia y precaución, llegamos sin problemas. A las 16:30 horas subimos al autobús y, a las 17:00, tomamos el ferry de vuelta a Stavanger.
Visita al monumento de Sverd i fjell
Aún nos quedaba una última parada en Stavanger: el emblemático monumento de Sverd i Fjell. Para llegar, tomamos el autobús (BUS 4) desde el puerto hasta la parada de Madlamark Kirke. El billete costó 7€ por persona, pero al utilizarlo para el viaje de regreso en menos de una hora, la vuelta fue gratuita. Desde la parada, caminamos unos 10 minutos, durante los cuales nos sorprendió ver tantas casas sin vallas ni medidas de seguridad, con jardines abiertos y garajes sin cerrar. Se nota que en Stavanger se vive con mucha tranquilidad.
Al llegar a Sverd i Fjell, nos encontramos con un monumento impresionante, situado en el fiordo Hafrsfjord, en las afueras de la ciudad. La obra fue realizada por el escultor Fritz Røed y se inauguró en 1983 por el rey Olaf V de Noruega. Este conjunto de tres enormes espadas conmemora la histórica batalla de Hafrsfjord, que unificó Noruega. Tras tomarnos algunas fotos en este lugar tan emblemático, volvimos a tomar el autobús para no tener que comprar otro billete. Dimos una última vuelta por el centro antes de regresar al hotel. El día había sido tan completo que no teníamos ni hambre y decidimos descansar para reponer fuerzas.
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